Una trigueña de 52 años visita a sus dos hijos desde hace cuatro. Están en el pabellón C2, sindicados por pertenecer a la banda criminal Los Paisas. Afirma que este año le ha ido particularmente mal con las guardianas. "El 27 de mayo nosotras íbamos entrando, nos dijeron que nos sentáramos, pero la silla pitó. Éramos las ocho primeras y a todas nos desnudaron, completamente. Hasta el interior nos los hicieron quitar y la señorita me decía que abriera las piernas". Dice que no ha denunciado porque teme que se tomen represalias contra sus hijos, "entonces uno a veces trata de callar por eso".
Otra, imaginando la escena, estira su pantalón elástico en la parte del pubis enseñando cómo hace para evitar que la toquen. "Y cuando uno tiene el periodo le hacen que se desprenda la toalla. Entonces tengo que bajarme el pantalón y quitármela", dice una jovencita de cejas pintadas que está en esta fila por su hermano, al que le toca dormir a la intemperie en uno de los patios -según cuenta -.
Avanzando, otras coinciden en que adentro no hay un buen trato para las embarazadas ni para las ancianas. "Cuando uno va a entrando y va saliendo hay un olor a podrido, a porquería, y así uno con todo y niño chiquito tiene que aguantarse eso". Evitan hablar sobre el sexo. Las que pueden practicarlo se tapan con las cortinas de las celdas compartidas, y se turnan, pero la situación resulta pesada para otras amantes. "La persona que yo visito no tiene celda, le toca en el pasillo. Entró hace aproximadamente 3 meses y duerme en colchoneta porque nosotras se las compramos, y hasta hay que traerle las medicinas". Para otra madre, de 40 años, que visita desde hace dos a un hijo sindicado por tráfico de drogas, lo más incómodo es tener que verlo en medio del patio atestado en el que duerme.
San Sebastián tiene una sobrepoblación de unos 700 reclusos. Fue construida en la administración Rojas Pinilla para albergar en ocho pabellones a unos 1.400 internos, pero solo en los primeros días de noviembre se han reportado 2.142. Cuentan hermanas de la Pastoral Penitenciaria que el pabellón B2, conocido como El Caguán, es el de mayor hacinamiento.
A un cuarto para las doce la mayoría de las mujeres con las que he conversado han logrado ingresar. Algunas de ellas desean ser recibidas en mejores celdas, pero insisten en que para todo hay que pagar. "Supuestamente hay que hablar con un comité allá adentro, hay que mandar 50 mil cartas, pero esos baños son una porquería, están taponados. Ensucian encima de su propio popó".
Un dragoneante del Inpec me pide que salga porque no estoy autorizada para las visitas. Mucho menos para entrevistar. Dice que muchas de las mujeres que aman a sus reclusos a veces hablan de más. Que no me confíe. Que a varias han detenido ingresando drogas durante sus peregrinaciones dominicales.